En la República Dominicana una gran parte de la población que habita en ella han decidido borrar de su tejido social todo vestigio de vergüenza, decoro y dignidad. Ya todo es placer, desvergüenza y egoÃsmo, pregonan algunos.

Prosiguen diciendo que la posmodernidad nos enloquece, la inteligencia artificial nos confunde, la tecnologÃa nos envilece y nos convierte en máquinas oxidadas incapaces de interpretar el tiempo presente y su elocuente realidad pasmosa.
Los códigos de este tiempo son otros, parecen venir de otra galaxia en un lenguaje incomprensible y plagado de puñales dispuestos arrasarlo todo, a dejarnos sin nada, incluso hasta sin aliento.
Asà estamos, a eso nos han llevado los malditos hijos del lobo y hermanos de la serpiente, esos mismos que llevaron hasta el último filo el cuchillo y arrasaron todas las rosas, como escribiera el poeta chileno Pablo Neruda.
Pero debemos resistir, abrazados a este otro fragmento poético del premio Nobel de Chile y autor del libro “Canto General”: “Podrán cortar todas las rosas, pero jamás conseguirán detener la primavera”, porque cuando a un pueblo decide ser arquitecto de su propio destino no hay fuerza humana que lo detenga.Y yo pienso, me pregunto y digo ¿cuándo va a salir un dÃa alguien con su rostro más plebe, más grave, paupérrimo, para decir entonces solamente, ¡señores, ya está bueno!?
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