Con la derrota de 2024, el chavismo reforzó su hegemonÃa polÃtica frente a una oposición desgastada. El puntofijismo, entendido como tradición hegemónica que gobernó durante décadas, se desvaneció sin remedio en el presente.
Por Rafael Méndez
El nacimiento del Pacto de Punto Fijo y su contexto histórico
El Pacto de Punto Fijo, suscrito en 1958 entre Acción Democrática (AD), el Comité de Organización PolÃtica Electoral Independiente (COPEI) y Unión Republicana Democrática (URD), nació tras la caÃda de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Este acuerdo pretendÃa afianzar la democracia representativa y detener la inestabilidad polÃtica que habÃa caracterizado el paÃs.
La coyuntura postdictatorial exigÃa un orden que contuviese posibles retrocesos autoritarios. Sin embargo, si bien el Pacto de Punto Fijo (PPF) impidió el resurgimiento inmediato de dictaduras, también marcó el predominio de élites polÃticas que limitaron la participación efectiva de las mayorÃas. Esto sentó las bases de un modelo excluyente que, con el tiempo, generarÃa descontento social.
La consolidación del puntofijismo: represión, corrupción y exclusión
Durante las décadas siguientes, AD y COPEI se alternaron el poder. La bonanza petrolera y el clientelismo sostuvieron una fachada de estabilidad, pero la corrupción, la concentración de la riqueza y la opacidad en el manejo de la renta petrolera minaron la credibilidad del sistema.
La represión polÃtica contra la disidencia, el control sobre las protestas sociales, las violaciones a derechos humanos y la existencia de guerrillas internas evidenciaron el rostro autoritario del puntofijismo. Estos gobiernos, bajo un ropaje democrático, ejercieron una represión sistemática que frenó la renovación polÃtica y alimentó el resentimiento popular.
Del agotamiento del modelo a la irrupción del chavismo
En los años 80, la promesa de prosperidad se desvanecÃa. La desigualdad aumentaba, la corrupción se hacÃa insoportable y el descontento social emergÃa con fuerza. Este malestar alcanzó su máxima expresión con “El Caracazo” en 1989, un estallido popular que evidenció la fractura entre las élites gobernantes y la población empobrecida.
Fue en este contexto que irrumpió Hugo Chávez, un teniente coronel que protagonizó en 1992 un fallido intento golpista. Aunque su acción no triunfó en lo militar, sà lo hizo en el imaginario de las clases populares. Con un discurso cercano a las mayorÃas, Chávez encarnó la esperanza de romper con el orden excluyente y abrir el camino hacia un nuevo proyecto de paÃs.
El gobierno de Hugo Chávez frente a las conspiraciones de las élites
Chávez llegó a la presidencia en 1999, impulsó una Asamblea Constituyente y promovió polÃticas sociales que beneficiaron a sectores históricamente marginados. Sin embargo, su programa reformista generó el rechazo de las élites económicas, mediáticas y polÃticas, herederas del antiguo pacto.
Estas élites, reacias a ceder privilegios, conspiraron abiertamente para derrocar al gobierno. Intentaron un golpe de Estado en 2002, promovieron el sabotaje petrolero, financiaron campañas mediáticas internacionales y alentaron protestas violentas conocidas como “guarimbas”. El objetivo era revertir el proyecto bolivariano, negando la legitimidad de una transformación que amenazaba sus intereses.
Nicolás Maduro: crisis, asedio y resistencia
La muerte de Chávez en 2013 colocó a Nicolás Maduro al frente del paÃs. La nueva administración enfrentó la caÃda de los precios del petróleo, las sanciones internacionales, el bloqueo financiero y una oposición que agudizó sus tácticas desestabilizadoras. En lugar de construir una alternativa polÃtica viable, la oposición apostaba a la injerencia externa y al desgaste económico y social.
Estas circunstancias complejas no lograron, sin embargo, forjar un liderazgo opositor sólido. Las acciones conspirativas, las denuncias de magnicidio, los llamados a la intervención extranjera y la ausencia de propuestas inclusivas dejaron a la oposición sin arraigo popular. Como se ha señalado en artÃculos publicados en el digital Acento, de República Dominicana, este juego de presiones fracasó en conectar con la mayorÃa.
Las elecciones de julio de 2024 como punto de inflexión histórico
Las elecciones de julio de 2024 se convirtieron en la última apuesta del liderazgo opositor heredero del puntofijismo. MarÃa Corina Machado asumió la responsabilidad de intentar, desde las urnas, lo que antes no habÃa logrado a través de golpes, sanciones y protestas violentas.
El resultado fue una derrota contundente. La sociedad, a pesar de las dificultades económicas, no dio su respaldo a quienes prometÃan restaurar viejas fórmulas. El fracaso en estos comicios marcó el colapso definitivo del liderazgo heredero del PPF, incapaz de articular un proyecto capaz de sintonizar con las demandas populares y superar el legado autoritario y excluyente del pasado.
Hacia un nuevo ciclo polÃtico tras la derrota opositora
Con la derrota de 2024, el chavismo reforzó su hegemonÃa polÃtica frente a una oposición desgastada. El puntofijismo, entendido como tradición hegemónica que gobernó durante décadas, se desvaneció sin remedio en el presente. La restauración del orden previo a 1999 dejó de ser una opción real.
La nueva etapa exige replantear el rol de la oposición. Quienes aspiren a retar al chavismo deberán abandonar la nostalgia por el pasado, proponer un modelo alternativo con arraigo social y alejarse de la intervención foránea. Solo asà podrán construirse liderazgos que disputen el poder con legitimidad y sin repetir las estrategias fracasadas del pasado.
La nueva etapa: más allá del puntofijismo y el antichavismo radical
El escenario que emerge después de 2024 no elimina las tensiones ni las dificultades económicas, pero sà entierra las viejas lógicas que gobernaron Venezuela durante buena parte del siglo XX. El futuro requerirá liderazgos que comprendan la evolución polÃtica del paÃs y las transformaciones sociales impulsadas durante décadas.
En este sentido, la derrota opositora en las elecciones de julio de 2024 no es solo la caÃda de un liderazgo, sino el final de un ciclo histórico. Sin el sostén que le daba la élite puntofijista, la oposición tendrá que reinventarse en el marco de la democracia participativa que ha echado raÃces. El colapso definitivo del puntofijismo abre el camino hacia una disputa polÃtica más auténtica, plural y conectada con la voluntad popular.
Perspectivas promisorias para el chavismo
En este panorama, el chavismo se ve fortalecido no solo polÃticamente, sino también en el terreno económico y social. La canasta básica de alimentos, antes mayoritariamente importada, ahora se produce en un 90% a nivel nacional, un logro sin precedentes en un paÃs que por décadas dependió de la renta petrolera. Esta trans…
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