Por. Michael Matos
ImagÃnate por un momento la historia del niño que gritaba ¡viene el lobo!. Una y otra vez advertÃa de un peligro que no era real, hasta que, cuando el peligro se presentó de verdad, nadie le creyó.
Esta antigua fábula resuena hoy más que nunca en nuestro entorno polÃtico. Los llamados por la transparencia y la justicia electoral, especialmente desde la oposición, son a menudo desoÃdos o desacreditados, no por el contenido de su mensaje, sino por quién los emite.
¿Pero qué sucede cuando el lobo realmente está a las puertas? Cuando las advertencias sobre la integridad de nuestras elecciones, la equidad en la distribución de recursos, y las prácticas que socavan nuestra democracia son reales y urgentes.
Los partidos de oposición, criticados por su postura contraria al gobierno, se destacan en su lucha por transparencia y equidad electoral. Desestimar sus demandas por ser opositores ignora la necesidad de juzgar el mensaje por su mérito, más allá de prejuicios hacia quienes lo comunican.
La dicotomÃa entre el mensajero y el mensaje es crucial. Mientras la sociedad puede tener reservas sobre la credibilidad de quienes lanzan las advertencias, la esencia de lo que se advierte -la necesidad de garantÃas electorales- no pierde validez por quien lo exprese. Esta distinción es fundamental para un análisis crÃtico y objetivo de la situación electoral.
Las garantÃas electorales solicitadas por los partidos de oposición abarcan desde la equidad en la distribución de recursos hasta la transparencia en el proceso electoral. Estas demandas, lejos de ser meros caprichos polÃticos, son piedras angulares para asegurar que las elecciones reflejen fielmente la voluntad del pueblo, sin distorsiones por prácticas corruptas o injustas.
La asignación justa de recursos a los partidos polÃticos trasciende la mera burocracia; es una cuestión de integridad democrática. Sin un financiamiento equitativo, se perpetúa un ciclo de corrupción y se socava la esencia de la democracia, donde cada voz tiene el derecho de ser escuchada y representada equitativamente.
Ignorar las demandas de garantÃas electorales es peligroso no solo por el riesgo de elecciones injustas, sino también por el daño a largo plazo a la percepción de transparencia y equidad en la sociedad. Malas prácticas electorales reflejan problemas más profundos que necesitan solución.
Es crucial enfocarse en la importancia de estas demandas, que buscan justicia, transparencia y equidad, más allá de las diferencias polÃticas.
La fábula del pastor y el lobo nos enseña una valiosa lección sobre la credibilidad y las consecuencias de su pérdida. En el contexto de nuestras elecciones, el "lobo" es real: es la amenaza a la justicia y la transparencia electoral.
Es imperativo que escuchemos las advertencias, sin importar quién las pronuncie, y actuemos para asegurar que nuestro sistema electoral sea verdaderamente representativo y justo para todos.
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